El siguiente cuento lo escribí hace unos años, cuando el término ‘franken’ empezó a estar de moda y a hacerse más popular entre los aficionados. El cuento, incluso, se publicó en una antología allá por 2009 o 2010, no recuerdo bien. Y al final del cuento, foto de tres de mis bellos Orient.
El Orient King Diver de la calle Franken
José compró un reloj en la feria de anticuarios que se realiza todos los miércoles en la calle Franken. Se lo compró a don Carlos Valverde, el famoso vendedor de relojes originales vintage de la marca Orient. Compró un reloj Orient King Diver automático todo original: maya, caja, esfera, agujas, calibre. Todo, todo, todo original (“Se lo digo yo, caballero, yo soy toda una autoridad y a mí nadie me engaña, y a su vez, no me gusta engañar: este reloj es todo absolutamente original, y NOS -New Old Stock, o nuevo de viejo stock- “).
José fue a su casa, puso la pava para el mate, y contempló su nueva adquisición. El Orient lucía maravilloso… pero no le gustaba el lumen. Las agujas no brillaban en la oscuridad como él deseaba, entonces fue al galpón, lo desarmó, y pintó las agujas con lumen. Cuando se secaron las agujas rearmó el reloj, se lo probó… y le pareció que le quedaba chico. Qué pena… tendría que vender el reloj. A los 10 minutos José armó el aviso de venta el la famosísima plataforma comercial “Te meto el dedo en el tujes, me forro de guita, sos un esclavo a mis pies y ni te das cuenta” ( para abreviarlo, sus siglas son TEC) y a los 3 segundos y medio vendió el reloj.
El comprador del Orient King Diver con las agujas con lumen fue Miguel.
Miguel ama los Orient; y si bien hubiese deseado que el reloj fuese original, aceptó comprar el reloj porque le gustaba. A la semana le llegó el reloj… y Miguel se puso súper feliz.
Al tiempo, Miguel llevó el reloj Orient a su relojero de confianza y le hizo un encargo: cambio de bisel interno por uno del Orient World Timer; cambio de esfera (“don Pancho, esa esfera negra no me termina de convencer: póngale una verde…”); y arenado completo de la caja. Muy bien, dijo don Pancho, venga dentro de un mes que se lo tengo listo. Y al mes Miguel pasó, le pagó, y se fue contentísimo a su casa con el reloj Orient personalizado para él.
Pero… siempre hay un pero.
Miguel empezó a desconfiar de los cambios que le había hecho al reloj y como ya no le gustó, lo puso en venta en el TEC ( que como ustedes ya saben, es el mercado virtual de compra-venta “Te meto el dedo en el tujes, me forro de guita, sos un esclavo a mis pies y ni te das cuenta”). Miguel vendió el reloj más rápido que José: en dos segundos, tres milésimas.
El comprador del Orient King Diver con agujas con lumen, caja arenada, cambio de esfera y bisel interno fue Miriam Colleti, una maestra rural de Tunuyán, provincia de Mendoza. Ella lo adquirió para regalárselo a su marido, Policarpo Adriano Colleti, un enamorado de los Orient King Diver originales. El reloj llegó a los tres días; y el sábado, cuando la fiesta de cumpleaños de su marido estaba en su apogeo, Miriam le dio la cajita con el reloj a su esposo. Policarpo agradeció y se emocionó, pero no le dijo a Miriam que ese no era un Orient original sino un mamarracho rejuntado y mal trazado.
Al lunes siguiente, Policarpo se puso el reloj y se fue a trabajar. Se dijo a sí mismo que el reloj, a la luz del día, no era tan feo. Y además Miriam se lo había comprado con toda la ilusión.
Como a los seis meses, y ya harto de ese horrendo reloj, Policarpo decidió que lo modificaría para ver si así lo soportaba mejor. Policarpo tenía un tallercito de relojero en el fondo de su casa, y allí fue y lo despanzurró: volvió a cambiarle el bisel (en esta ocasión le puso un bisel de su invención con diminutos dibujos de personajes de Disney); y como la maya no le gustaba, se la cambió por una de relojes Seiko.
Luego de los cambios no quedó conforme, por lo que, previa consulta con Miriam para que no se enoje, publicó el reloj en el TEC (a esta altura ustedes ya saben qué significa) y lo vendió en un segundo, 2 milésimas.
El comprador del Orient King Diver con agujas con lumen, caja arenada, cambio de esfera, doble cambio de bisel (ahora es un bisel interno con dibujos de Disney) y maya Seiko fue Amanda Nuñez, una abogada de Ituzaingó, provincia de Buenos Aires, que gusta de trastear con relojes mecánicos. Ella sabía que el reloj era una bazofia, pero como era tan barato…
Ni bien lo tuvo en sus manos lo desarmó, lo limpió, le cambió el calibre original 1942 por su amado y admirado calibre Orient 469; le cambió la esfera por una que ella misma creó ( Amanda odia los datarios, por lo tanto la esfera quedó sin ventana para día y fecha); cambió el bisel de dibujos de Disney por uno que ella misma fabricó - bisel interno con incrustación de turquesas y rodocrositas -; y tiró la maya del Seiko en un cajón cualquiera y le puso una maya tejida de lino, con perlas cultivadas por ella misma, delicas en miniatura y caracoles del Mar Muerto.
Amanda quedó chocha con el reloj.
Al día siguiente Amanda fue al trabajo y enseguida su colega en el estudio jurídico ( el doctor Morón Contreras, un chico muy copado pero algo ingenuo para ser abogado…) quedó prendado con el Orient King Diver con con agujas con lumen, caja arenada, doble cambio de esfera; doble cambio de bisel interno; y doble cambio de maya. Amanda, que no es lerda ni perezosa, le vendió el reloj por 10 mil lereles al doctor Morón Contreras en menos de lo que canta un gallo. Y Morón Contreras ( Pocholo, para los amigos) se fue saltando en una pata a la casa de su novia Leonor, hija del famoso relojero Culoveoculoquiero, para mostrarle el reloj.
─¡Mirá, Leonor, mirá!─ exclamó con ojos llorosos a su novia Leonor ─, mirá qué hermoso reloj.
Leonor miró el reloj, y pensó: qué pelotudo que es este Morón.
Leonor llamó a su padre, el famoso relojero Culoveoculoquiero, y éste, inmediatamente, compró el reloj por menos de lo que vale un cactus en miniatura.
El padre de Leonor corrió a su taller, desarmó por completo al reloj, lo rearmó con sobrantes de otros Orient King Diver que tenía desparramados por ahí ( y de paso, pulió la caja a espejo…) y al domingo siguiente lo llevó a vender a la feria de los miércoles que se hace en la calle Franken. El afamado relojero Culoveoculoquiero sabía perfectamente a quién venderle el reloj: don Carlos Valverde, el famoso vendedor de relojes originales vintage de la marca Orient.
─Mire don Carlos, mire qué bello reloj Orient King Diver, ¡NOS, todo original! Todo, todito original…
─Por supuesto que es original, ¿o se olvida que soy un experto…? A mí nadie me engaña, no se me escapa nada, no se me pasa una…
Y una vez que don Carlos Valderde, el famoso vendedor de relojes originales NOS vintage de marca Orient, tuvo en sus manos el reloj, se lo vendió a un tal José (otro José…) jurando y recontra jurando que era todo, todo, super todo original…
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado…
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