Pulsar Y112-7059

 Pues aquí deseo presentarles el primer reloj que entró en 2023, y es nada más ni nada menos que un Pulsar Y112-7059 A4 Quartz en un estado impecable, y que conseguí por el precio de un café con leche. Ustedes ya saben que no soy muy de cuarzos, pero este Pulsar noventoso bien vale la pena.

En las fotos lo verán acompañado con una pulsera-concepto. 






Mozart

 La relojería no escapa a la manera exitista que solemos tener los occidentales de ver la vida.

Rápidamente aquello que se masifica y puede cuantificar y otorgar cierto prestigio ocupa un lugar esplendente en el imaginario de los consumidores y luego un lugar destacadísimo en los anales de los rutilantes catálogos y libros. Los nombres de algunos relojes o sus creadores y usuarios se convierten en sinónimo de éxito, magnífica posición social y aceptación.
Siempre es muy bonito hablar de los éxitos. De lo que va bien, es famoso, admirado y conocido.

Pero muchas veces nada se dice de aquellos que lo han intentado y mordieron el polvo del fracaso y el olvido.
Aquellos que han dejado su salud, dinero, sueños y entusiasmo en tratar de hacer, construir o crear lo que a su pleno juzgar y analizar hubiese sido un artículo, obra u objeto maravilloso.

La relojería oficial está llena de éxitos rutilantes.
Y las únicas caídas dignas que se mencionan son las provocadas por la crisis del cuarzo.
Casi nada se dice, sin embargo, de los fracasos estrepitosos que solo pueden deberse a los absurdos, las fantasías delirantes y las ideas locas de aquellos que lo perdieron todo ( hasta la cordura ) buscando el reloj o mecanismo perfecto.

Por esa razón me gustaría escribir unos párrafos para contarles la historia de un italiano que alguna vez fue, junto al resto de su familia, a aquella tierra de promesas, la muy reciente USA, para ‘Fare L’America’.
Su nombre fue Donald ( Don ) Mozart.

Mozart era un hombre muy habilidoso.
Pronto destacó en el negocio de las joyas y gemas. Y como relojero aficionado. Y como soñador en un continente en el que los sueños, algunas veces, se hacían realidad.
Don era un soñador de aquellos que sueñan y lo que sueñan arremete con el resto de sus vidas y otras vidas.

No es mi propósito hacer un racconto extenso de sus peripecias por este mundo.
Simplemente deseo dar un bosquejo de lo que fue y es un Mozart, el reloj de bolsillo mas buscado por los coleccionistas de relojes de bolsillo fabricados en USA. Estoy hablando de un reloj que no funciona ni funcionó ni funcionará y que ni siquiera fue un fracaso comercial... pues nunca se comercializó.
Vaya paradoja.

Mozart, como ya dije, principalmente fue joyero y gemista. Tuvo varios negocios muy exitosos en varios estados de USA antes de recalar en New York en 1864, donde empezará su ocaso. Un ocaso condenado antes de empezar. Pues la relojería mecánica e il signore italiano no formaron una dupla brillante.
Mozart cometió el mismo error que hasta hoy día muchos comenten: creer que porque en un rubro son exitosos... pueden hacer cualquier cosa.

Ya en New York nuestro protagonista pronto convenció a inversores y aventureros con dinero que era capaz también destacar en la fabricación de relojes de bolsillo. Mozart presentó y patentó entre 1859 y 1863 varios tipos de escapes. Uno de ellos ( el que lo llevaría a la ruina total ) literalmente enloquecedor, incongruente y una total inoperancia: pues de un plumazo il signore Mozart borró el ancora haciendo que la rueda de escape y el volante chocasen entre sí... y se las arreglasen como podiesen.
También patento el reloj de 3 ruedas. Por eso es considerado en USA como el padre de los 3 wheel Pocket Watches.
Si bien es cierto que el reloj de 3 ruedas hacía rato que estaba en Europa, en USA aún no habían tenido a un genio que lo pusiese en producción.

Mozart, ya con los inversores poniendo dinero y desligado de sus lucrativos negocios ( qué enorme error... ) se hace cargo como ingeniero-gerente de la Mozart Watch Company ( que luego cambiaría su nombre por The New York Watch Company). Empresa que bajo su liderazgo no logró sacar a la venta ni un solo reloj en 4 años...
Claramente los socios inversores se deshicieron del italiano sin demasiadas gentilezas.

Mozart, no contento con esa catástrofe, puso otra fábrica.
Que por supuesto llamó The Mozart Watch Company y que funcionó entre 1866 y 1870, año en que inexorablemente fue a la quiebra. Y la que no logró poner ni un solo reloj en el mercado...
The Mozart Watch Company ensambló 30 relojes ( 10 de ellos personalizados para los accionistas ) de los que se conoce la existencia de poco mas de 10. Y de esos 10 solo 4 conservan su caja Hunter original.
Mozart terminó quebrado económicamente y moralmente - fue declarado insano - y fallecerá en un manicomio en 1877 a los 57 años.

¿Creen que la historia termina acá ?
Pues no.

De aquella primigenia The New York Watch Company, donde Mozart fue alma mater y donde empezó ese loco intento de poner en funciones su reloj de 3 ruedas sin ancora, nacerán dos ramificaciones de la relojería de bolsillo de USA: la Hampden y la Rock Island.
The New York Watch Company se fundió en 1877 luego de cambiar de nombre y soportar un voraz incendio. En ese año renace de las cenizas llamándose The Hampden Wath Company de la mano del famisísimo cajista John Dueber. Esta fábrica tuvo a su vez varias marchas y contramarchas hasta que en 1930 sus maquinarias, existencias y remanentes son vendidos a la empresa rusa Amtorg, quién además contratará a 21 de los técnicos para montar la fábrica en la ya mítica URRS.
The Rock Island Watch Company nace de lo que quedó en pie de la Mozart Watch Company luego de su desastre económico. Y curiosamente sufre la misma maldición que la Mozart: durante su muy corta existencia no pudieron poner un reloj a la venta. Una lucha legal y comercial entre antiguos accionistas de la Mozart y la Rock Island termina con que esta última debe devolver todo lo que recibió de la quiebra de la Mozart. Y acá entra en escena la tercera maldición de Mozart: esa maquinaria devuelta por la Rock Island es adquirida por la recientemente creada The Freeport Manufacturing Company... que es destruida por un incendio sin que haya podido poner un solo reloj en el mercado. 

Les dejo 2 imágenes donde pueden apreciar el escape de Mozart.








Sobre para guardar relojes vintage

 Cuando años atrás anduve por la península Ibérica aproveché y me traje a casa, además de recuerdos, fotos y kilos de más, este simpático estuche guarda relojes.

Lo descubrí mirando un foro y enseguida supe que era lo que andaba buscando para mis relojes. El forero (rafagil) había puesto el enlace en su hilo por si alguien estaba interesado... y lo compré con ayuda de mi amiga la forera VALIRA de grafos de RE.
Como no conseguía comprarlo en USA ( ahora sí encontré un vendedor en la bahía ) ella lo compró por mí y cuando nos encontramos en Barcelona me lo dio.

¡ A mí me encanta !
Es super práctico.
Y como no tengo paelleras ni nada... los relojes quedan super bien allí.
Les dejo enlace por si a alguno de ustedes les interesa y fotos.
En las fotos y tapa del estuche verán unos dibujos. Son regalo de mi amiga VALIRA.






Reloj llavero Pedro Izquierdo calibre Longines 410

 Si no fuese suficiente con uno, tengo dos llaveros del maestro Pedro Izquierdo. Funcionan excepcionalmente bien y poseen unas terminaciones excelentes.






Cinco relojes Lanco, plumas Ooly y sacapuntas

 El motivo de esta nota es sencillo: mostrarles unos relojes Lanco, unos sacapuntas PlayMe y similares, y unos plumas que me regalaron en Navidad marca Ooly.

Los Lanco son 5: dos de muy antigua cosecha ( los dos con correa de piel ); 3 que son regalo de mi muy querido amigo Williams de la Isla Margarita en Venezuela ( los 3 sin correa ). Los dos con correa tienen calibre manufactura Langendorf 806 y 1037.
Los tres Lanco llegados de Venezuela tienen dos de ellos resultones ST 96 - el que tiene en la esfera el escudo de Venezuela y el modelo Naval -; el Lanco Sport tiene un extraño calibre suizo Sonceboz 95.
Lanco, como casi todas las manufacturas suizas con poco pulmón, no sobrevivió a la crisis del cuarzo. Pero ya a fines de los '60 había dejado de fabricar calibres y había empezado a montar movimientos de otras casas.

En cuanto a las plumas: fabricación china y distribuidas por la muy popular casa Ooly que en esta parte norte del continente americano comercializa productos de papelería muy coloridos sin tener en absoluto que ver con su fabricación, el viejo truco de poner nombre a un objeto en el que no se pone nada mas que un sello y un empaque bonito.

¿ Y qué decir de los PlayMe que ustedes ya no sepan... ?
Los PlayMe eran tan tan caros en mi infancia. No me los pude permitir.
Pero ya de adulta me inundé de ellos, mas los de otras marcas como ser Die Cast ( china ).

Los sacapuntas chinos y PlayMe que ven en las fotos también son regalo de mi querido amigo Williams.













Bolt reproducción de 1970 de reloj Waaguhr del siglo XVII

 Bolt es o era una manufactura que, como tantas otras, hacía relojes. Está registrada en Suiza desde 1925.

Este reloj que Bolt fabricó en los ‘70, todo en madera, es una reproducción del famoso reloj alemán de la Selva Negra Waaguhr. Existen muchas empresas y manufacturas que hoy día siguen haciendo este reloj para los turistas curiosos. O para turistas, o curiosos. Y para los entusiastas de la relojería gruesa que no tenemos dinero para uno del siglo XVII, claro.

Los Waaguhr fueron los primeros relojes de madera que hacia 1640 se fabricaron en la Selva Negra para las clases no pudientes. Estos alemanes, acostumbrados a las tareas y las faenas manuales, copiaron el mecanismo de manera rudimentaria y sin adornos de un reloj que también un alemán y en el siglo XIV había construido en París. Estoy hablando de nada mas y nada menos que el reloj del entonces Palacio Real de Carlos V. Corre el año 1370, año en que el reloj con foliot y escape verge se presenta al mundo de manera oficial.
El nombre de este genio fue Heinrich Von Wick, o Henri de Vic, o Henry de Vick; según el idioma. Por supuesto que su reloj fue uno monumental; la copia muy modesta, pequeña y descolorida de los Waaguhr, igualmente, hacía honor a la rudeza y perseverancia teutónica del gran reloj creado por de Vic. Y mi pequeño Bolt es un sencillo homenaje directo a los Waaguhr e indirecto a Henri de Vic, quién me parece no ha tenido el suficiente reconocimiento a su enorme contribución al desarrollo de la relojería mecánica.
Este reloj, el Waaguhr, era muy rudimentario y sencillo: todo de madera, sin adornos, desnudo mecanismo, y como peso una piedra colgando que duraba 12 horas.
Mi Bott, el que ven en las fotos, también está construido en madera, con solo una aguja ( tal y como aquellos Waaguhr y el de de Vic ) y cordel del que penden los contrapesos. Sus medidas en cuanto al cuerpo son: 37 cm x 12 cm x 11 cm.





Apocalypse Now, reloj del foro Hablemos de Relojes

 Hace un tiempo en el foro amigo HdR ( Hablemos de Relojes) se hizo una conjunta para una personalización usando un calibre NH35 de Seiko. La personalización viene inspirada en el famoso Seiko 6105 Capitan Williard. 

Este Apocalypse Now vino personalizado. Y para los que entramos en la conjunta incluyó: corona rosada, caja acero, grabados de trasera ( ¡maravillosa! ) corona, esfera y broche del cierre del armis. Zafiro y bisel cerámico. Esfera que dice Apocalypse Now... Y todo por un precio francamente ridículo.
No soy de conjuntas.










Laika, Belka y Strelka junto a calibres mecánicos soviéticos Vostok y Poljot

 Hace mucho que le tenía el ojo a este libro, Soviet Space Dogs, escrito por la doctora Oleya Turkina. ¡ Y finalemente llegó ! Y lo devoré... es una maravilla. No sé si está traducido al español. Ojalá que sí.

El libro trata, ni mas ni menos, de cómo los perros astronautas soviéticos formaron parte fundamental de la conciencia colectiva soviética ( y siguen formando parte en la rusa y del mundo entero) y de cómo estos perritos connotaron belleza, solidaridad, trabajo digno, esfuerzo y alegría en años en los que esos atributos, precisamente, no abundaban por las enormes estepas de la URSS. Laika, Belka y Strelka fueron y siguen siendo estrellas indiscutidas, y no solamente para los rusos... Hace unos años se organizó una exposición sobre los perros astronautas soviéticos en un museo cercano... y todos los billetes de entrada para el mes entero de la exhibición se agotaron en unos pocos minutos. Como ya adivinaron... me quedé con las ganas de poder ir.

Sigo con el libro.
Nos explica la doctora Turkina que, gracias a la desclasificación de los archivos de la entonces Agencia Espacial Soviética, a ella le ha sido posible tener a disposición enorme cantidad de información, documentos, fotos y notas que de otra manera no hubiesen podido estar incluidas en el libro.
No es un libro de historia, sin embargo. Es un libro con mas de 350 imágenes sobre mercadotecnia, fotos, propaganda, postales, juguetes y demás artículos anclados en Laika, Belka, Strelka y otros canes que ayudaron a sentar las bases de la inmortalidad e incombustibilidad de los simpáticos perritos espaciales soviéticos y tallarlos bien hondo en el alma y corazón soviético-ruso... y el mundo entero. Por vez primera, y gracias a la Dr Turkina, podemos ver fotos inéditas y tener datos mas certeros sobre qué pasó, cómo se entrenaron, cómo sufrieron y cómo terminaron sus días algunos de estos canes.
No todas fueron rosas para ellos...

La autora no lo oculta... hubo un lado muy oscuro sobre estos perritos: la mayoría sufrió terribles tormentos y brutalidades, torturas crónicas, vejaciones y privaciones. Las pruebas de laboratorio fueron salvajes e impiadosas para la enorme mayoría de estos simpáticos animalitos. Sin embargo, y en honor y gloria para ellos, se los recuerda y rememora con sonrisas ( tal y como la mía, mientras escribo este hilo ) y un respeto mundial. El sacrificio de Laika y los otros perros muertos antes y durante las fases de vuelos espaciales han contribuido enormemente y de manera fundamental para con los avances científicos y tecnológicos que hacen que hoy estemos acá, ustedes y yo. Y por ello debemos seguir rindiéndoles gratitud y admiración con risas y con buen espíritu.

A falta de relojes rusos y/o soviéticos ( algún día tendré... ) acompaña al libro 3 calibres. Un Vostok 2214 y dos Poljot 2614 2H.














El Orient King Diver de la calle Franken

El siguiente cuento lo escribí hace unos años, cuando el término ‘franken’ empezó a estar de moda y a hacerse más popular entre los aficionados. El cuento, incluso, se publicó en una antología allá por 2009 o 2010, no recuerdo bien. Y al final del cuento, foto de tres de mis bellos Orient.


El Orient King Diver de la calle Franken


José compró un reloj en la feria de anticuarios que se realiza todos los miércoles en la calle Franken. Se lo compró a don Carlos Valverde, el famoso vendedor de relojes originales vintage de la marca Orient. Compró un reloj Orient King Diver automático todo original: maya, caja, esfera, agujas, calibre. Todo, todo, todo original (“Se lo digo yo, caballero, yo soy toda una autoridad y a mí nadie me engaña, y a su vez, no me gusta engañar: este reloj es todo absolutamente original, y NOS -New Old Stock, o nuevo de viejo stock- “).

José fue a su casa, puso la pava para el mate, y contempló su nueva adquisición. El Orient lucía maravilloso… pero no le gustaba el lumen. Las agujas no brillaban en la oscuridad como él deseaba, entonces fue al galpón, lo desarmó, y pintó las agujas con lumen. Cuando se secaron las agujas rearmó el reloj, se lo probó… y le pareció que le quedaba chico. Qué pena… tendría que vender el reloj. A los 10 minutos José armó el aviso de venta el la famosísima plataforma comercial “Te meto el dedo en el tujes, me forro de guita, sos un esclavo a mis pies y ni te das cuenta” ( para abreviarlo, sus siglas son TEC) y a los 3 segundos y medio vendió el reloj.

El comprador del Orient King Diver con las agujas con lumen fue Miguel.
Miguel ama los Orient; y si bien hubiese deseado que el reloj fuese original, aceptó comprar el reloj porque le gustaba. A la semana le llegó el reloj… y Miguel se puso súper feliz.
Al tiempo, Miguel llevó el reloj Orient a su relojero de confianza y le hizo un encargo: cambio de bisel interno por uno del Orient World Timer; cambio de esfera (“don Pancho, esa esfera negra no me termina de convencer: póngale una verde…”); y arenado completo de la caja. Muy bien, dijo don Pancho, venga dentro de un mes que se lo tengo listo. Y al mes Miguel pasó, le pagó, y se fue contentísimo a su casa con el reloj Orient personalizado para él.
Pero… siempre hay un pero.
Miguel empezó a desconfiar de los cambios que le había hecho al reloj y como ya no le gustó, lo puso en venta en el TEC ( que como ustedes ya saben, es el mercado virtual de compra-venta “Te meto el dedo en el tujes, me forro de guita, sos un esclavo a mis pies y ni te das cuenta”). Miguel vendió el reloj más rápido que José: en dos segundos, tres milésimas.

El comprador del Orient King Diver con agujas con lumen, caja arenada, cambio de esfera y bisel interno fue Miriam Colleti, una maestra rural de Tunuyán, provincia de Mendoza. Ella lo adquirió para regalárselo a su marido, Policarpo Adriano Colleti, un enamorado de los Orient King Diver originales. El reloj llegó a los tres días; y el sábado, cuando la fiesta de cumpleaños de su marido estaba en su apogeo, Miriam le dio la cajita con el reloj a su esposo. Policarpo agradeció y se emocionó, pero no le dijo a Miriam que ese no era un Orient original sino un mamarracho rejuntado y mal trazado.
Al lunes siguiente, Policarpo se puso el reloj y se fue a trabajar. Se dijo a sí mismo que el reloj, a la luz del día, no era tan feo. Y además Miriam se lo había comprado con toda la ilusión.
Como a los seis meses, y ya harto de ese horrendo reloj, Policarpo decidió que lo modificaría para ver si así lo soportaba mejor. Policarpo tenía un tallercito de relojero en el fondo de su casa, y allí fue y lo despanzurró: volvió a cambiarle el bisel (en esta ocasión le puso un bisel de su invención con diminutos dibujos de personajes de Disney); y como la maya no le gustaba, se la cambió por una de relojes Seiko.
Luego de los cambios no quedó conforme, por lo que, previa consulta con Miriam para que no se enoje, publicó el reloj en el TEC (a esta altura ustedes ya saben qué significa) y lo vendió en un segundo, 2 milésimas.

El comprador del Orient King Diver con agujas con lumen, caja arenada, cambio de esfera, doble cambio de bisel (ahora es un bisel interno con dibujos de Disney) y maya Seiko fue Amanda Nuñez, una abogada de Ituzaingó, provincia de Buenos Aires, que gusta de trastear con relojes mecánicos. Ella sabía que el reloj era una bazofia, pero como era tan barato…
Ni bien lo tuvo en sus manos lo desarmó, lo limpió, le cambió el calibre original 1942 por su amado y admirado calibre Orient 469; le cambió la esfera por una que ella misma creó ( Amanda odia los datarios, por lo tanto la esfera quedó sin ventana para día y fecha); cambió el bisel de dibujos de Disney por uno que ella misma fabricó - bisel interno con incrustación de turquesas y rodocrositas -; y tiró la maya del Seiko en un cajón cualquiera y le puso una maya tejida de lino, con perlas cultivadas por ella misma, delicas en miniatura y caracoles del Mar Muerto.
Amanda quedó chocha con el reloj.

Al día siguiente Amanda fue al trabajo y enseguida su colega en el estudio jurídico ( el doctor Morón Contreras, un chico muy copado pero algo ingenuo para ser abogado…) quedó prendado con el Orient King Diver con con agujas con lumen, caja arenada, doble cambio de esfera; doble cambio de bisel interno; y doble cambio de maya. Amanda, que no es lerda ni perezosa, le vendió el reloj por 10 mil lereles al doctor Morón Contreras en menos de lo que canta un gallo. Y Morón Contreras ( Pocholo, para los amigos) se fue saltando en una pata a la casa de su novia Leonor, hija del famoso relojero Culoveoculoquiero, para mostrarle el reloj.

─¡Mirá, Leonor, mirá!─ exclamó con ojos llorosos a su novia Leonor ─, mirá qué hermoso reloj.
Leonor miró el reloj, y pensó: qué pelotudo que es este Morón.
Leonor llamó a su padre, el famoso relojero Culoveoculoquiero, y éste, inmediatamente, compró el reloj por menos de lo que vale un cactus en miniatura.

El padre de Leonor corrió a su taller, desarmó por completo al reloj, lo rearmó con sobrantes de otros Orient King Diver que tenía desparramados por ahí ( y de paso, pulió la caja a espejo…) y al domingo siguiente lo llevó a vender a la feria de los miércoles que se hace en la calle Franken. El afamado relojero Culoveoculoquiero sabía perfectamente a quién venderle el reloj: don Carlos Valverde, el famoso vendedor de relojes originales vintage de la marca Orient.
─Mire don Carlos, mire qué bello reloj Orient King Diver, ¡NOS, todo original! Todo, todito original…
─Por supuesto que es original, ¿o se olvida que soy un experto…? A mí nadie me engaña, no se me escapa nada, no se me pasa una…

Y una vez que don Carlos Valderde, el famoso vendedor de relojes originales NOS vintage de marca Orient, tuvo en sus manos el reloj, se lo vendió a un tal José (otro José…) jurando y recontra jurando que era todo, todo, super todo original…

Colorín, colorado, este cuento se ha acabado…